He vuelto a la cocina… y todo florece.

He vuelto a la cocina… y todo florece.


Queridos amigos, después de un tiempo largo —de silencios, pausas, heridas físicas y emocionales— he vuelto al fuego, al cuchillo, al mantel compartido. He vuelto al gesto de servir, a despachar platos en vivo, a sentir esa emoción que nace cuando los sabores se encuentran con las miradas. Pero esta vez, todo se siente diferente.

No es que haya perdido la brújula. Estaba encontrándome. Redescubriéndome. Preguntándome cómo quiero vivir esta nueva etapa de la vida. ¿En qué condiciones? ¿Haciendo qué?

Y cuando por fin lo supe, me atreví a dar el paso. Un paso profundo, pero lleno de certeza. Hoy, cocino en paz. Sin competencia, sin apuros, sin presiones. Solo desde la felicidad y la convicción de que todo depende de una misma.

Y en cierto modo, he vuelto a cocinar desde mis orígenes.

Porque estoy en mi casa. Me acompaña mi cocina a leña, la misma donde aprendí a cocinar a los seis años. Me acompaña mi gata. Me rodean los recuerdos de infancia, los sabores de mi madre —quien me enseñó a amar la cocina— y la herencia de mi padre, que me conectó para siempre con la cultura árabe.

Hoy, cocinar aquí, así, es volver a mí. Volver a la raíz. Volver a lo esencial. Volver a lo que soy

PD: Volver a cocinar ha sido volver a mí. Desde la niña que jugaba entre fuego y pan, hasta esta mujer que hoy cocina para compartir lo aprendido, lo sentido, lo vivido.

Gracias por estar, por leer, por acompañar. Nos vemos en la mesa. Siempre.

Saludos

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